Rafael Nadal recibió un homenaje especial en España tras su retirada, después de ser distinguido como doctor por la Universidad de Salamanca. El 22 veces campeón de Grand Slam se convirtió en el primer deportista al que se concede la distinción de Doctor Honoris Causa en la historia de la tradicional universidad, de 800 años de antigüedad.
El ex número 1 del mundo forjó una carrera legendaria que llegó a su fin -después de más de 20 años- en 2024, cuando representó por última vez a España en la final de la Copa Davis. En aquella ocasión, se unió a Carlos Alcaraz para un espectáculo final, en el que los españoles fueron derrotados en cuartos de final por Holanda, y Nadal colgó definitivamente la raqueta.
A sus 39 años, Nadal recibió el máximo galardón de la institución, añadiendo un nuevo título -esta vez académico- que reconoce sus logros deportivos, así como los valores que ha encarnado a lo largo de su carrera, como "la disciplina, el trabajo en equipo, la humildad, la sencillez, la perseverancia, el espíritu de superación y el compromiso con la excelencia."
El 14 veces campeón de Roland Garros cambió su indumentaria deportiva por la toga negra de doctor, el birrete doctoral en la cabeza y una estola -ambos de color azul celeste, el color asociado a la facultad que le otorgó el reconocimiento-. Nadal estuvo acompañado por su familia -su mujer, Mery Perelló, y sus dos hijos en primera fila-, que presenciaron el emotivo discurso del ex tenista.
"Como todos ustedes saben, no seguí una educación académica tradicional como la mayoría de los aquí presentes; mi educación fue diferente", declaró. "Desde que era un niño, el deporte ha sido mi propio colegio y, en cierto modo, mi propia universidad. Lo que aprendí en las canchas siempre me ha acompañado, tanto en el tenis como fuera de él. El deporte me enseñó el valor de la disciplina. No se consigue nada sin trabajo duro diario, sin compromiso y sin cuidar los pequeños detalles", afirmó.
"El deporte también me enseñó a no sentirme mejor que nadie, porque en las competiciones y en los torneos, como en la vida, nadie gana siempre".
"En 2002, cuando aún era un adolescente, estaba muy ilusionado con un objetivo concreto: jugar por primera vez el torneo júnior de Roland Garros. Por aquel entonces, ya tenía algunos puntos ATP, había jugado torneos internacionales y pensé que aquel evento era una gran oportunidad para competir en uno de los escenarios más emblemáticos de mi deporte. Imagínense la emoción de un chico de 15 años por jugar en París.
"Sin embargo, mis padres me dijeron que no podía jugar porque era época de exámenes. Para mí, con 15 años, era muy difícil de entender. A pesar de mi decepción, mis padres no se inmutaron y, al final, no jugué el torneo. Con el tiempo, aprendí que la decisión fue una gran lección y ahora les doy las gracias porque me ayudaron a terminar la enseñanza obligatoria y me enseñaron que ninguna meta está por encima de los valores y la educación."