OPINIÓN: La “Batalla de los sexos” entre Nick Kyrgios–Aryna Sabalenka no es entretenimiento. Es vergonzoso

WTA
martes, 09 diciembre 2025 en 13:48
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Cada ciertos años, los productores deportivos se aburren y deciden desempolvar una mala idea. Esta vez, es la “Batalla de los Sexos”, reempaquetada para una era que premia el escándalo por encima del contenido. Entran Nick Kyrgios y Aryna Sabalenka, dos atletas de élite por derecho propio, ahora convertidos en personajes de un espectáculo diseñado para provocar más clics que reflexión.
Seamos sinceros: este evento no va de tenis. No va de igualdad de género. No es un homenaje a Billie Jean King. Es un circo: construido sobre el conflicto, concebido para llamar la atención y comercializado con la sutileza de una reunión de reality show.

El tenis será pésimo

Incluso dejando a un lado lo culturalmente extraño, el tenis en sí apunta a ser extenuante.
Sabalenka es una de las jugadoras más potentes del circuito femenino, pero la física es la física. Estará en desventaja física frente a un hombre, incluso si ese hombre, como Kyrgios, lleva tiempo alejado del desgaste del ATP Tour. Y seamos claros: Kyrgios ya no tiene el motor mental, emocional ni físico necesario para competir en el tenis masculino profesional hoy ni nunca más. Aún puede invocar destellos de brillantez —siempre pudo—, pero las exigencias sostenidas y de alto nivel del ATP Tour quedaron atrás. Esta exhibición es el único escenario donde aún puede fingir lo contrario.
Así que lo que queda es un duelo fundamentalmente desigual entre una mujer obligada a un espectáculo de disparidad física y un hombre cuyo cuerpo y carrera ya no sobreviven al deporte real. Eso no es tenis. Es teatro, y del malo.

El problema Kyrgios: la atención como combustible

Nick Kyrgios siempre ha sido un virtuoso de la volatilidad. Su talento es innegable. Su relación con la atención lo es aún más. Se alimenta del espectáculo, de la provocación, del zumbido constante de la reacción pública. A veces lo ha vuelto fascinante. Más a menudo, agotador.
En este partido, probablemente ganará los puntos. Pero ganar los puntos no equivale a ganar en nada que importe. Cuanto más el foco refuerza los peores incentivos de su personaje público, más se hunde en la caricatura sobre la que se construye el evento. El partido le dará atención, y esa atención es precisamente lo que lo ha empujado a un bucle trágico: cuanto más ruido, más prisionero se vuelve de él.

El problema Sabalenka: el papel equivocado en el momento equivocado

Sabalenka es una atleta formidable que merece ser exhibida por los méritos de su juego. En cambio, este evento la reduce a un accesorio en un número de hombres contra mujeres que debió retirarse hace décadas.
No compite para elevar el tenis femenino. Compite para satisfacer una trama que alguien en marketing decidió que “se haría viral”. Y al aceptar participar, termina reforzando un espectáculo que socava la propia legitimidad del deporte que representa.
Ninguna mujer se beneficia de este emparejamiento. Ni Sabalenka, ni la WTA, ni la próxima generación de jugadoras, que no debería soportar el cliché cansado de que el tenis femenino solo es interesante cuando se mide frente a hombres.

Un regreso a una época que no debemos revivir

La victoria de Billie Jean King sobre Bobby Riggs en 1973 importó. Cambió la cultura. Las mujeres luchaban por legitimidad. El momento tenía propósito.
Pero hoy, el tenis femenino es el deporte femenino mejor comercializado del mundo. Convoca audiencias masivas por sí solo. Tiene estrellas, profundidad, dinero y credibilidad. Arrastrarlo de nuevo a un espectáculo de feria que sugiere implícitamente que su valor aún debe probarse ante un rival masculino es un insulto.
Esto no es progreso. Es regresión con paquete de patrocinio.

Estamos premiando todo lo incorrecto

En el centro de esta farsa hay una verdad simple: todo el montaje se basa en la idea de que, si generas suficiente indignación, la gente mirará. Es entretenimiento deportivo en su versión más barata. Confunde ruido con relevancia, calor con sustancia y espectáculo con valor.
Los jugadores cobrarán. Los promotores obtendrán sus clics. Kyrgios conseguirá su atención. Sabalenka quedará atrapada en la narrativa de otra persona.
Todos obtienen algo menos el deporte en sí.

La única respuesta racional: no verlo

El tenis merece algo mejor que esto. Los aficionados merecen algo mejor que esto. Y culturalmente, merecemos algo mejor que otro duelo de género fabricado para distraernos de que el tenis no será bueno, la dinámica no será saludable y el mensaje no será significativo.
Kyrgios puede ganar el partido. Sabalenka interpretará el papel que el evento le asigna. Pero todo sigue siendo una derrota. Para el deporte. Para la conversación. Para cualquiera que esperaba que hubiéramos superado este tipo de espectáculo secundario.
La solución más simple es la correcta:
Aparta la mirada. Deja que fracase. El tenis avanza cuando dejamos de premiar aquello que lo frena.
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