“No quiero que el tenis me eche y me diga que ya no sirvo”: Sorana Cirstea quiere poner fin a su carrera en 2026 en sus propios términos

WTA
domingo, 07 diciembre 2025 en 23:00
CirsteaHK
Tras casi dos décadas en el circuito WTA, Sorana Cîrstea ha hecho las paces con algo que antes le parecía imposible: cerrar el capítulo de su carrera. Hablando con franqueza en el pódcast Tennis Insider Club con los presentadores Borja Duran y Caroline Garcia, la rumana de 34 años explicó por qué 2026 será su última temporada —y cómo quiere despedirse no derrotada, sino plena.

Una carrera frenada por el dolor: “Es muy difícil encontrar alegría cuando estás con dolor constante.”

Cîrstea recuerda el momento en que las señales de alarma fueron imposibles de ignorar. Durante una buena racha en Dubái a principios de 2024, sintió por primera vez una sensación familiar pero inquietante en el pie. Lo que parecía una inflamación rutinaria resultó ser un persistente caso de fascitis plantar. “No mejoraba. Iba a peor y peor”, explicó. “Cuando llegué a la tierra, era dolor constante todos los días.”
Finalmente, se sometió a una cirugía y se apartó seis meses —un tiempo que esperaba le respondiera si aún podía encontrar alegría en el deporte.
Pero el parón también le dio claridad. Aún quería competir. Aún quería sentir adrenalina. Y quería terminar a su manera. “Quiero terminar con dignidad, saliendo por la puerta grande del deporte, con la cabeza alta”, dijo. “No quiero que el tenis me eche y me diga: ‘Ya no sirves’.” Decidió que 2026 será su último año.

Sueños inconclusos y una nueva perspectiva

Cuando le preguntaron si piensa en los sueños que tenía a los 20 —ser No.1, ganar Grand Slams—, Cîrstea no dudó. “Esta es la pregunta más difícil”, admitió. “Cualquier cosa que no fuera ser No.1 o ganar Slams se sentía como un fracaso.”
Durante años cargó con ese peso. La creencia de que todo lo que no logró a los 20 o 25 quedaba como una marca permanente en su contra. Ahora ve esa presión de otro modo. “He tenido una carrera preciosa, pero no gané Grand Slams y no fui No.1. He hecho las paces con eso”, dijo. “No puedo cambiar el pasado —pero sí puedo cambiar el hoy.”
No lamenta giros dramáticos ni decisiones estratégicas fallidas. Son las pequeñas cosas: ser demasiado dura consigo misma, aislarse tras las derrotas, dejar que el perfeccionismo ahogara la alegría. “Si lo hubiera hecho todo perfecto, quizá habría sido No.1”, dijo. “He cometido muchos errores. Pero no puedo vivir pensando solo en lo que no hice.”

Encontrar gratitud sin perder la pasión

Cîrstea pasó gran parte de su carrera en un entorno donde se evitaba el elogio en favor de la mejora constante. Las victorias se analizaban por lo que salió mal, no por lo que salió bien. El éxito se apartaba de inmediato en busca del siguiente objetivo.
Pero esa mentalidad ha cambiado. “No hace falta decir ‘soy una mierda’ para mejorar”, bromeó. “Puedes trabajar muy duro y aun así estar orgullosa y feliz.”
Su gratitud se apoya en la perspectiva. “Mi mejor ranking fue el 21. La gente daría cualquier cosa por eso”, dijo. “De lo que te quejas es el sueño de otra persona.”

El equipo detrás de la jugadora y por qué una psicóloga lo cambió todo

Uno de los rasgos definitorios de la estabilidad de Cîrstea en el tramo final de su carrera ha sido su relación a largo plazo con su psicóloga —una mujer que ahora tiene más de 80 años. “Siempre le digo: ‘Tengo 35, soy tan mayor’”, se rió Cîrstea. “Y ella me dice: ‘Sorana, eres un bebé. Ni siquiera has empezado a vivir.’”
Esas sesiones le ayudaron a quitarse la vergüenza que antes asociaba a ser “mayor de 30” en el circuito. Le ayudaron a entender por qué sigue aquí —no porque no tenga vida, sino porque ama la vida que el tenis le ha dado. “La gente pregunta: ‘¿Por qué sigues jugando?’” dijo. “Porque me hace feliz.”

Una carrera de 20 años construida en el equilibrio, no en el desgaste

La longevidad de Cîrstea —entrará en su 20.ª temporada en 2026— es algo de lo que se siente profundamente orgullosa. Lo atribuye, en parte, a su infancia: seguir en la escuela, practicar otros deportes y tener espacio para crecer como persona antes de ser profesional.
“Mi madre me hizo seguir en la escuela y estoy muy agradecida”, dijo. “La escuela te enseña estructura, disciplina y a usar la cabeza. El tenis se termina un día —la escuela te prepara para la vida.”
Le apasiona que los padres eviten la especialización temprana, y señala a jugadoras como Iga Świątek, Petra Kvitová y Jannik Sinner como ejemplos de que no hay un único camino hacia la grandeza.
“Cada uno tiene sus tiempos”, dijo. “No comparen. No hagan que su hijo viva como un pequeño adulto.”

Elegir su salida —y lo que vendrá

Cîrstea está sorprendentemente en paz con su decisión. No porque se haya frenado —insiste en que aún tiene objetivos para 2026—, sino porque quiere irse con intención, claridad y orgullo.
“No es el tenis el que me deja”, dijo. “Soy yo quien elige irse.”
Quiere que los aficionados la recuerden no por rankings o trofeos, sino por algo más íntimo: su resiliencia, su honestidad, su amor por el juego y la alegría que redescubrió tras años de presión.
“Todavía quiero devolverle algo al deporte y a los aficionados”, dijo. “Cuando termine, quiero sentirme orgullosa de la persona en la que me convertí.”
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