“Ese muro lo derribó Fabio, no Sinner”: Flavia Pennetta sobre por qué Fognini es el verdadero pionero italiano

WTA
miércoles, 17 diciembre 2025 en 8:30
Fognini_Fabio_Rome2015
Mucho antes de que el actual renacimiento del tenis italiano acaparara los titulares mundiales, Flavia Pennetta ya exploraba territorio desconocido, erigiéndose en figura solitaria de un país que aún no había descubierto su potencial en las pistas duras del circuito profesional. Nacida en Brindisi, la campeona del US Open 2015 abrió un camino que ninguna italiana había recorrido desde la creación del ranking WTA, redefiniendo lo posible para una nación que hoy se sitúa cómodamente en la cima del tenis mundial.
El 17.08.2009, Pennetta se convirtió en la primera italiana en irrumpir en el Top 10, un hito que considera más un desbloqueo psicológico que una anomalía estadística, como declaró a Corriere Della Sera. Reflexiona que “rompí un muro, para todas las italianas: no es casualidad que, desde entonces, nosotras empezáramos un ciclo”, creando un sistema de creencias en el que sus compañeras —incluidas Francesca Schiavone y Roberta Vinci— entendieron que el éxito de élite era alcanzable y no imposible.
Mientras Jannik Sinner es hoy el rostro indiscutible del deporte, Pennetta traza un paralelismo revelador entre su legado y el circuito masculino, ofreciendo una firme defensa del papel a menudo subestimado de su marido en la historia. Sostiene que su impacto “es un poco como el efecto que Sinner está teniendo en los hombres hoy”, pero precisa con convicción que “ese muro, en los hombres, lo derribó Fabio [Fognini], mi marido, no Jannik”, insistiendo en que Fognini fue el verdadero pionero que primero abrió la brecha de la élite para la generación moderna.
Esta perspectiva sitúa a Pennetta no solo como campeona de Grand Slam, sino como catalizadora que desató el potencial de una generación dorada a base de pura voluntad. El mensaje que lanzó al vestuario fue simple y profundo: “Si Flavia pudo, nosotras también”, un sentimiento que alimentó una década de éxito en la que las italianas se convirtieron en habituales de las finales de Grand Slam, demostrando al mundo que la barrera era tanto mental como física.

Contra las gigantes: Serena, Ivanovic y el mito del ‘impostor’

La carrera de Pennetta coincidió con el dominio de Serena Williams, un desafío que acepta sin remordimientos respecto a su cuenta de títulos, comparándolo con su marido compitiendo contra el ‘Big Three’. Admite que “me llevó tiempo darme cuenta de que podía igualar a la generación de Serena Williams”, señalando que, al medirse a semejantes titanas, finalmente “alcancé mi máximo potencial” al verse obligada a elevar constantemente su nivel solo para sobrevivir en la pista.
Al preguntarle por el concepto del síndrome del impostor, Pennetta lo rechaza de plano, atribuyendo la distancia con las estrellas a la realidad objetiva más que a la duda. Explica que “nunca me mentí: las otras eran superiores”, lo que la llevó a preguntarse obsesivamente: “¿Cómo puedo mejorar? ¿Cómo puedo ganarles?”, en lugar de confiar en la suerte o cuestionar su derecho a estar en los grandes escenarios.
Si bien Williams fue la prueba física definitiva con lo que Pennetta describe como un “saque desarmante” y una “física devastadora” capaz de perforar cualquier defensa, revela que otra jugadora le generó más pesadillas tácticas. Confiesa que “la que me volvía loca era Ana Ivanovic”, explicando que “no entendía a dónde demonios estaba pegando”, una frustración táctica que admite en broma que “aún me molesta hoy”.

Un final de cine: El café antes de la tormenta

El clímax de su carrera sigue siendo el cinematográfico US Open 2015, donde su amiga de la infancia Roberta Vinci conmocionó al mundo al eliminar a Serena Williams en semifinales. Pennetta ve el destino en aquel instante, señalando que “Williams temblaba ante la perspectiva del Grand Slam [Calendar Slam], y Roberta supo explotarlo con picardía”, preparando el escenario para una improbable final 100 % italiana en Nueva York.
La posterior final entre ambas amigas le parece ficción a Pennetta, que recuerda la surrealista normalidad de tomarse “un café juntas antes de la final” seguida del abrazo emotivo en la red. Fue un final perfecto que, dice, “ni siquiera podría escribir”, describiendo la experiencia de vencer a su amiga para alzar el trofeo como parecer “una película tan bonita” que puso el broche a su carrera.
Años después, el vínculo sigue siendo irrompible, y a menudo hablan en el aniversario de aquel partido histórico para celebrar su historia compartida. Pennetta cuenta que Vinci suele bromear: “¡Ganaste gracias a mí!”, destacando una “conexión espiritual que nos unirá para siempre” porque compartieron un momento que trascendió el deporte y se convirtió en una pieza clave de la historia italiana.
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