COLUMNA: ¿Está Sorana Cîrstea jugando el mejor tenis de su carrera?

WTA
martes, 28 octubre 2025 en 22:00
CirsteaHK
Es octubre en Hong Kong, y Sorana Cîrstea sigue aquí. Todavía en racha. Sigue ganando. Y, de alguna manera, a sus 35 años, puede que esté jugando el mejor tenis de su vida.
En el momento de escribir estas líneas, Cîrstea está en octavos de final de Hong Kong. Por sí solo, no es un dato que llame la atención, pero lo que lo hace notable es la evolución general de su año. Empezó 2025 coqueteando con el puesto 200 de la clasificación. Hoy ocupa el puesto 44. No es una errata. No es una errata. Cuarenta y cuatro. Un ascenso de más de noventa puntos en menos de un año. Para la mayoría de las profesionales, ese tipo de resurgimiento pertenece a un documental de Netflix, no al sitio oficial de la WTA.

El regreso que nadie pidió, pero que todos deberían apreciar

Lo que hace que este regreso sea tan interesante es que nadie lo estaba pidiendo. Cîrstea siempre ha existido. Se hizo profesional antes de que la mayoría de las 10 mejores de la actualidad tuvieran smartphones. Ha sido un fenómeno adolescente, una mujer de viaje, una cabeza de serie oscura y, ocasionalmente, la jugadora que noquea a una estrella y luego abandona discretamente la siguiente ronda.
Pero la segunda mitad de 2025 ha sido notablemente diferente.
Su carrera en Cleveland -en el cariñosamente llamado Tenis en la Tierra- fue algo especial. No fue sólo que ganara el título, sino cómo lo hizo. Duros peloteos desde la línea de fondo, devoluciones certeras y un aura de serenidad que parecía nueva. Cîrstea no parecía alguien que se aferra a un último hurra. Parecía alguien finalmente liberada (o que se había liberado a sí misma, para ser más exactos) de las expectativas.

La economía de la persistencia

Las ganancias en la cancha pueden contar su propia historia. Este año, Cîrstea ha ganado algo más de un millón de dólares en premios. No es el nivel de dinero de Sinner (a modo de paréntesis, Sinner está actualmente a unos pocos dólares por debajo de los 14 millones de dólares para el año, con el Masters de París en marcha y las Finales ATP aún por llegar), pero es una cifra enorme para alguien tachada de "veterana". La economía del tenis favorece la juventud y los puntos en el ranking, dos cosas que habían empezado a escapársele de las manos. Sin embargo, ha invertido esa ecuación, ganando como una jugadora de primer nivel jugando con la soltura de quien ya no tiene nada que demostrar.
Esa combinación -tranquilidad y confianza- es letal en este deporte.

¿Qué ha cambiado?

Es tentador señalar algún factor externo. Un nuevo entrenador. Una nueva raqueta. Una nueva dieta, un nuevo perro o una aplicación de mindfulness. Pero si la observas en la pista, te das cuenta de que la transformación es sobre todo interna. La he visto entrenar en persona. No es grande -tal vez 170 centímetros sobre el papel, e incluso eso podría ser generoso-, pero se comporta como si fuera mucho más grande. Hay una densidad en su energía, un desafío silencioso en su forma de cambiar de punto.
Lo que realmente salta a la vista es su fuerza de carácter. Su forma de afrontar las malas decisiones. Cómo se niega a decaer después de perder un set. Cómo puede mirar a su palco, respirar hondo y volver a empezar como si nada hubiera pasado.
En un deporte que rinde culto a la perfección, Cîrstea irradia humanidad.

La edad y el juego moderno

Hay otra capa aquí: la edad. A sus 35 años, se supone que debería estar decayendo. Todo el mundo a su alrededor es cada vez más joven, más rápido, más analítico. Pero el tenis en 2025 es un animal diferente. Los límites entre la plenitud física y la relevancia competitiva se han difuminado. Venus y Serena redefinieron la longevidad. Wozniacki volvió de la maternidad como si nunca se hubiera ido. Y ahora tenemos a Cîrstea, que demuestra que una década de experiencia puede superar la precisión algorítmica de rivales de veintitantos años.
La verdad es que las jugadoras como Cîrstea envejecen de forma diferente porque han aprendido a preocuparse de forma selectiva. No persigue todos los torneos ni todos los puntos. Juega de forma más inteligente, no más dura: estratégica en su programación, paciente en su selección de golpes. Ya no lucha contra el juego, sino que colabora con él.

La psicología de seguir creyendo

Las remontadas en el tenis nunca son sólo físicas. Son actos psicológicos en la cuerda floja. Lo más difícil no es vencer al rival, sino convencerse de que merece la pena intentarlo.
Por eso, lo que está haciendo parece revolucionario. Mientras que muchas jugadoras de su edad han pasado a ser comentaristas o entrenadoras, Cîrstea sigue esforzándose en pistas duras y de tierra batida, a menudo lejos de los focos. No está aquí por nostalgia. Está aquí porque todavía cree que puede ganar. Y este año lo ha demostrado.

Las cifras detrás de la narración

Alejémonos. En marzo, su clasificación rondaba los 200 puntos. Es el equivalente tenístico del purgatorio: lo bastante buena para clasificarse para algunos torneos de muy bajo nivel y para clasificarse en otros, pero no lo bastante buena para entrar directamente en otros. A partir de ahí, ha encadenado victorias contra jugadoras de mayor categoría, se ha adaptado a todas las superficies y ha conseguido unas estadísticas difíciles de ignorar.
Su título en Cleveland no fue una casualidad, fue la confirmación. Y ahora, en el puesto 44 de la clasificación mundial en vivo, no es descabellado pensar que a principios del año que viene pueda alcanzar el puesto 21, el más alto de su carrera. De repente, esa cifra vuelve a estar a su alcance.

Lecciones de una floración tardía

El resurgimiento de Cîrstea no tiene nada de Instagram. No es llamativo. No está rompiendo Internet con trucos o celebraciones virales. Simplemente se presenta, compite y confía en el largo arco de su propia carrera.
Quizá sea eso lo más refrescante de su historia: no se trata tanto de reinventarse como de redescubrirse. Ha redescubierto por qué juega, qué le gusta del juego y cómo bloquear todo lo que no sirva a su misión.
Sus entrevistas después de los partidos son tranquilas y sinceras, a menudo llenas de gratitud. Da la sensación de que saborea los momentos que solía vivir con prisas. Y cuando llevas casi dos décadas de gira, ese tipo de paz no es poca cosa: es la cosa.

Por qué todos deberíamos prestar atención

Cada temporada de tenis tiene sus cabezas de cartel: los Sabalenkas, los Gauffs, los Swiateks. Pero por debajo de ese nivel superior hay jugadores como Cîrstea que nos recuerdan cómo es la longevidad cuando está alimentada por el amor al juego y no por el miedo a su final.
Es una perdedora que se niega a desaparecer en silencio, una veterana que, de algún modo, sigue encontrando nuevos engranajes. Verla en 2025 es como asistir a un renacimiento privado, partido a partido.
Y he aquí la bella ironía: cuando hace una década se coló por fin entre las 25 mejores, la narrativa giraba en torno a la promesa y el potencial. Ahora, con menos velocidad en las horquillas pero más par mental, está demostrando que las promesas no caducan, sino que evolucionan.

Una carrera más

Tal vez no llegue a los 21 otra vez. Quizá se quede corta. O tal vez, sólo tal vez, llegue aún más alto. En cualquier caso, este impulso al final de su carrera nos recuerda que el deporte no siempre recompensa la juventud, sino la fe.
Sorana Cîrstea ha pasado la mayor parte de su carrera al margen de la conversación tenística. Pero esta temporada, con su mezcla de resistencia, inteligencia y fuerza de voluntad, ha vuelto a ser el centro de atención. No está acabada. Ni de lejos. Y de eso se trata.
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