ANÁLISIS | El improbable ascenso de Amanda Anisimova

WTA
martes, 07 octubre 2025 en 21:00
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De vez en cuando, en el tenis, una jugadora resurge con tal fuerza que el deporte no tiene más remedio que hacer una pausa y recalibrar. La temporada 2025 de Amanda Anisimova es uno de esos momentos. Hace un año, la idea de que ganara dos títulos de la WTA 1000, llegara a la final de Wimbledon y del US Open y se clasificara para las Finales del Tour de final de temporada se habría archivado bajo el epígrafe de fantasía. Hoy es una realidad, y uno de los regresos más improbables que se han visto en este deporte en años.
Anisimova, de sólo 24 años, cierra la temporada como número 4 del mundo. Aunque , como era de esperar, hoy se ha retirado del Wuhan 1000, está en condiciones de ganar cerca de 10 millones de dólares este año si logra un buen puesto en sus primeras Finales del Tour en Arabia Saudí. Sin embargo, por deslumbrantes que sean las cifras, no son la verdadera historia. Su ascenso en 2025 no se debe sólo a que gane partidos, sino también a la resistencia, la reinvención y la larga sombra de un potencial que por fin se enciende.

Una carrera en pausa

Los aficionados al tenis llevan años esperando que Anisimova se convierta en esta jugadora. En 2019, con solo 17 años, asombró en el Abierto de Francia al alcanzar las semifinales y parecía destinada a unirse a la nueva ola de campeonas estadounidenses. Entonces intervino la vida.
Su padre y entrenador durante muchos años, Konstantin Anisimov, falleció repentinamente en 2019. La pérdida no fue solo personal: fue existencial. El tenis es un deporte en el que los padres a menudo son entrenadores, conductores, apoyos financieros y anclas emocionales. Perder eso a los 17 años fue devastador. El brillo inicial se apagó. Su clasificación descendió. Las lesiones se multiplicaron.
Luego, en 2023, Anisimova se retiró por completo, anunciando una pausa indefinida por motivos de salud mental. Habló con franqueza sobre el agotamiento, la ansiedad y las presiones que había acumulado desde su adolescencia. En un deporte famoso por desgastar incluso a las jugadoras más resistentes, su decisión de dejarlo fue tan valiente como todo lo que ha hecho en la pista.

El gran avance de 2025

Este año, el resurgimiento de Anisimova ha sido impresionante. Doha marcó la pauta, donde arrasó en un cuadro repleto de jugadoras entre las 10 mejores para ganar su primer título WTA 1000. Unos meses más tarde, en Pekín, volvió a hacerlo, consolidándose no como una racha, sino como una fuerza.
Sus actuaciones en Wimbledon y el US Open, donde fue subcampeona en ambas ocasiones, revelaron una faceta diferente. No sólo dominaba a sus rivales con sus golpes de fondo planos y penetrantes, sino que gestionaba los partidos, mantenía la compostura en los momentos de presión y mostraba una madurez táctica que antes (bueno, siempre) le había faltado.
Las estadísticas hablan por sí solas: varias finales en los grandes torneos de nuestro deporte, más de 50 partidos ganados y el salto al número 4 del mundo. Pero los intangibles cuentan una historia mejor: Anisimova juega con una soltura que sugiere que por fin juega para sí misma, no para las expectativas, ni para los fantasmas, ni para la clasificación.

Resiliencia en el centro

La columna vertebral de esta temporada es la resiliencia. Resiliencia para seguir creyendo que su carrera no estaba escrita. Resiliencia para dar el impopular paso de alejarse y volver sólo cuando estuviera preparada. Resiliencia para soportar el peso de la ausencia de su padre y seguir forjando su propia identidad en el deporte que una vez compartieron.
En las crónicas deportivas existe la tentación de idealizar las remontadas como algo inevitable, como si los campeones siempre encontraran el camino de vuelta. Pero la historia de Anisimova nunca estuvo garantizada. Por cada jugadora que se aleja y vuelve con más fuerza -pensemos en Ash Barty o Kim Clijsters- hay innumerables otras que desaparecen. Lo que hace improbable su carrera de 2025 no es sólo la magnitud de su éxito, sino el hecho de que haya sucedido.

¿Una década por delante?

A sus 24 años, Anisimova sigue siendo una tenista joven. El deporte ha cambiado: las carreras son más largas, los años de máximo rendimiento se extienden ahora hasta los treinta y pocos, y los jugadores gestionan sus calendarios con más cuidado. Si ésta es la base de Anisimova, su techo sigue siendo altísimo.
Las Finales del Tour en Arabia Saudí serán su campo de pruebas en un sentido más: es la primera vez que competirá contra las ocho mejores jugadoras de la temporada en un round robin concentrado y de alto riesgo. Si gana, su improbable ascenso se convertirá en una coronación.
Pero incluso sin levantar ese trofeo, Anisimova se ha vuelto a presentar no como un talento prometedor, sino como una de las principales aspirantes.
Ella no es "la próxima gran cosa" que llama a la puerta. En palabras de Walter White, ella ES la que llama a la puerta.

Más que tenis

Los relatos deportivos resuenan más cuando reflejan verdades humanas más amplias. La historia de Anisimova resuena porque va más allá del tenis. Trata del dolor, del agotamiento, del valor de hacer una pausa cuando el mundo grita "adelante". Trata del hecho de que, a veces, el potencial no es una línea recta: se dobla, se estanca, se fractura y, si tienes suerte, vuelve a surgir.
Esta temporada, Amanda Anisimova ha recordado al mundo del tenis -y quizás a sí misma- que la resistencia es la verdadera moneda de cambio de la grandeza. Los trofeos y los cheques importan, pero la remontada no tiene precio.
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