Mirrra Andreeva continuó con las buenas sensaciones de los Juegos Olímpicos y ganó en su estreno en el
Cincinnati Open a la complicada norteamericana Emma Navarro en dos sets.
Tiempo suficiente para visitar el parque de atracciones Kings Island. El joven de 17 años se sintió atraído por otro tipo de montaña rusa en Cincinnati, después de pasar por un montón de subidas y bajadas en París.
"No es que me encanten", dijo Andreeva a
Tennis Channel. "Pero a veces tengo ganas de gritar a pleno pulmón, y en las montañas rusas puedes gritar como un loco. A veces me pueden dar miedo, pero otras veces tengo ese humor para gritar y disfrutar."
Participó en los Juegos Olímpicos y se colgó la medalla de plata a pesar de no rendir en los individuales. Formó equipo con Diana Shnaider, otra estrella de altos vuelos, y también tuvo que aprender del dúo formado por ella misma y Daniil Medvedev.
"Me encanta jugar en esas pistas", declaró el joven de 17 años sobre Roland Garros. "¡No tenía elección! Tenía que ganar al menos un partido allí", bromeó Andreeva. "Con esta mentalidad, entré en la pista, y Diana me ayudó a ganar un partido en los Juegos Olímpicos. Así lo conseguimos".
"Fue una experiencia increíble para mí. No tenía grandes expectativas, pero sentía que podíamos jugar bien. Él (Medvédev) intentó calmarme antes del partido, diciéndome: 'Si perdemos, perdemos juntos. Si ganamos, ganamos juntos. No te preocupes, siempre te apoyaré'. Yo le dije: '¡Pues no tienes elección!'".
Mirra Andreeva tocó la fibra sensible de su compañera Diana Shnaider en París.
"No estaba nerviosa; estaba disfrutando del ambiente porque me encanta jugar a dobles, especialmente a dobles mixtos porque siento que puede abrir nuevas oportunidades y niveles a tu juego".
Pero ahora se trata de volver a adaptarse. De ganar en Iasi sobre tierra batida a los Juegos Olímpicos y volver a las pistas duras. "Es un poco complicado pasar de la tierra batida a la pista dura, sobre todo cuando antes has hecho un gran torneo", declaró. "Sinceramente, ni siquiera tuve tiempo de celebrar las medallas. Enseguida nos fuimos a casa y empecé a entrenar de nuevo, así que todo fue un poco precipitado.
"Cuando llegué aquí unos días antes del torneo, ¡jugué tan mal! Me decía: '¡Dios mío, esto no va a salir bien! Pero, gracias a Dios, llegamos cuatro o cinco días antes, así que tuve tiempo de adaptarme un poco, de jugar más en las pistas. Día a día, mejoraba. Así es como he conseguido no jugar mal hoy".