Durante la mayor parte de su carrera,
Garbiñe Muguruza vivió en el ojo del huracán. Dos veces campeona de Grand Slam, ex número 1 del mundo y ganadora de las Finales de la WTA, cimentó su éxito en una concentración implacable y una exigencia de perfección sin concesiones.
Pero cuando por fin amainó el ruido, se dio cuenta de que la misma intensidad que la había convertido en campeona también le impedía vivir. "El tenis lo era todo", recuerda Muguruza en una extensa entrevista en
Tennis Insider Club. "Si perdía un partido importante, me deprimía un poco. Me iba sola a casa en Suiza, con mis padres en España, y era duro. Mi autoestima dependía de lo buena que fuera".
Ahora se ríe suavemente al recordarlo, pero la sensación era real: despertarse pensando en tenis, comer pensando en tenis, dormir pensando en tenis. Cuando los resultados dejaron de llegar, también lo hizo su autoestima.
"Lo que antes me ayudaba a alcanzar el éxito se convirtió en criptonita", dice. "Sentía que no podía mantener ese nivel de intensidad. Mentalmente, emocionalmente, la capacidad de sufrir".
Una caída y su ajuste de cuentas con el tenis
Tras el subidón de ganar Roland-Garros en 2016 y Wimbledon al año siguiente, Muguruza tuvo problemas para mantener su dominio. Bajó del top 5 y luego del top 20. "Seguía siendo una buena jugadora, pero no donde sentía que merecía estar", dice. "Tenía mucho orgullo. Pensaba: '¿Tengo que cambiar algo? ¿Por qué esto ya no funciona?".
El cambio acabó llegando, pero no fácilmente. Revisó su equipo, reconstruyó su confianza y volvió a escalar, culminando con el título de las Finales WTA de 2021 en Guadalajara. Pero incluso ese triunfo conllevó una emoción inesperada. "Después de ganar las Finales, sentí alivio", admite. "Eso fue nuevo. Se supone que tienes que sentir alegría, pero yo estaba agotada. Sabía que llegaba la pretemporada, Australia, la presión de nuevo. Empecé a sufrir a pesar de que acababa de ganar uno de los títulos más importantes".
El descanso que no planeó
Ese cansancio se hizo imposible de ignorar. "Pensé que sólo necesitaba dos semanas", dice. "Pero me sentía culpable por dejarlo, volví abatida y finalmente me tomé un verdadero descanso".
La pausa se alargó, y con ella llegó la perspectiva. Por primera vez, Muguruza empezó a descubrir una vida personal más allá de la pista. "Antes, realmente no tenía ninguna", admite. "Una vez que la tuve, se me abrió la mente".
Cuando inevitablemente surgió la cuestión de la jubilación, la afrontó con claridad. "La gente decía: 'Eres tan joven, ¿por qué dejarlo? Pero yo no estaba lesionada; sólo quería empezar un nuevo capítulo: formar una familia, vivir la vida. Sentía que mi vida acababa de empezar. Una vez que lo decidí, me sentí genial. Como la libertad".
¿Piensa alguna vez en volver? "La gente me lo pregunta mucho", dice Muguruza con una sonrisa. "Pero ya no tenía gasolina. Para mí, estar entre las cinco primeras lo requería todo, un compromiso total, incluso de forma enfermiza. Cuando me di cuenta de que ya no estaba dispuesta a darlo todo, ésa fue mi respuesta".
Después de todo, una vez que has sido el número 1, conformarse no está en el ADN. "Intenté ser más relajado y equilibrado, amistoso, social, tranquilo, pero no funcionó. Para mí era todo o nada".
Garbine Muguruza antes del final de su carrera.
Un nuevo capítulo, la misma pasión
Hoy, Muguruza vuelve al tenis desde un ángulo diferente: como directora de torneo de las Finales de la WTA, el acontecimiento que marcó tanto un punto álgido como un final. "Nunca pensé que la oportunidad llegaría tan rápido", dice. "Me encanta utilizar mi experiencia para entender lo que quieren las jugadoras. Ahora veo cuánto trabajo hay entre bastidores. Como jugador, no tienes ni idea".
Se pasea por las salas de jugadores, entra en las canchas de entrenamiento, charla libremente: una cara familiar en un nuevo papel. "No soy demasiado corporativa", se ríe. "Pueden hablar conmigo, hacerme preguntas. Voy a los entrenamientos, hablo un poco de tenis. Disfruto mucho con eso".
Muguruza no se arrepiente
Si pudiera hablar con su yo más joven, Muguruza sabe exactamente lo que le diría. "Aguanta", responde sin dudar. "Antes me lo tomaba todo como la vida o la muerte. Me decía a mí misma que aguantara, porque todo pasa. Lo importante de hoy se olvida mañana".
Esa sensación de calma que antes consideraba una debilidad se ha convertido en su mayor victoria. "Saber cuándo parar también es importante", dice. "Esa intensidad forjó mi carácter y mi resistencia, pero la libertad es aprender a dejarse llevar".