En un deporte donde la excelencia va de la mano con la integridad, el nombre de
Jannik Sinner, a sus 23 años, representa la cúspide del tenis italiano masculino. Tres veces campeón de Grand Slam, ídolo de multitudes, Sinner ha vivido en los últimos meses no solo una batalla en la pista, sino también una en los despachos. Un positivo por clostebol, registrado en marzo del año pasado, sacudió el panorama deportivo y puso a prueba la transparencia de los organismos antidopaje.
La Agencia Internacional de Integridad del Tenis (AIT) lo exoneró tras aceptar el argumento de que la sustancia prohibida había llegado a su organismo de forma involuntaria, a través del uso de un spray cicatrizante aplicado por su fisioterapeuta, Naldi. Pero la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) no quedó conforme y llevó el caso ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), solicitando una sanción de dos años.
Finalmente, el asunto se cerró con un acuerdo: tres meses de suspensión para Sinner, una sanción que expira justo antes del esperado Masters de Roma. La noticia ha sido celebrada por algunos como el fin de una pesadilla. Pero no por todos.
Federica Pellegrini, leyenda de la natación, medallista olímpica y símbolo de la lucha por la limpieza en el deporte, ha alzado su voz. En declaraciones recogidas por La Repubblica y reproducidas por Tennis 365, Pellegrini no cuestiona directamente la inocencia de Sinner, pero sí el trato diferencial que, a su juicio, recibió el tenista. “Jannik es muy querido y por eso se le defiende en todos los sentidos, pase lo que pase, y creo que es justo”, comienza con empatía. Pero su tono cambia rápidamente:
“Creo que su caso se trató de forma diferente al del 99% de los demás atletas.”
Pellegrini pone sobre la mesa un concepto clave pero controvertido del sistema antidopaje: la responsabilidad objetiva.
“La complejidad de la vida de un atleta está sometida constantemente a controles antidopaje, 12 meses al año. Es importante explicar cómo funciona para entender bien lo que hay detrás del caso Sinner.”
En su crítica, la exnadadora expone una contradicción evidente:
“No es culpa mía si mi fisioterapeuta se bebe una cerveza y golpea a alguien, pero se convierte en mi responsabilidad si me pone crema y doy positivo.”
Y concluye con una pregunta que resuena en toda Italia:
“¿Por qué habría de ser diferente en este caso?”