A medida que se acerca la temporada 2026,
Alex de Miñaur se perfila no solo como un aspirante constante al Top 10, sino como una amenaza legítima a los grandes títulos. El australiano, tras un año en el que consolidó su posición entre la élite, busca convertir sus recorridos profundos en trofeos. Con el
Open de Australia en el horizonte, la presión de jugar en casa va en aumento, pero el jugador de 26 años asegura que su mentalidad ha evolucionado para soportar el escrutinio.
Una pieza clave de esta evolución es una nueva resiliencia psicológica frente a la derrota. De Minaur admite que no siempre ha sido el “mejor perdedor”, a menudo quedándose enganchado a los tropiezos en un deporte que exige recuperarse con rapidez. Para combatir el desgaste emocional del circuito, ha adoptado un enfoque pragmático del fracaso, centrándose en la enorme cantidad de oportunidades más que en las derrotas aisladas.
“Nunca he sido el mejor perdedor. Pero he aprendido que juegas un millón de partidos en tu carrera. Cada semana hay una nueva ocasión, una nueva oportunidad, así que se trata de tener memoria de pez.”
Pese a su reputación consolidada como uno de los mayores trabajadores del circuito, De Miñaur reconoce una brecha entre la confianza que su equipo tiene en él y su propia autopercepción. Cerrar esa distancia es su principal objetivo para la próxima campaña. Aspira a cultivar un “swagger” específico en pista, alejándose del rol de tapado que ha marcado gran parte de su carrera. La meta es salir a jugar contra gigantes como Alcaraz o Sinner con una convicción interna inquebrantable. “Tengo que llegar al punto en el que crea en mí tanto como lo hace mi equipo... Sí, es tener esa creencia, ese swagger en ti.”
El foco inmediato es Melbourne Park, donde el “Demon” cargará con las esperanzas de una nación ansiosa por un campeón local. La carga histórica es significativa; el último campeón de casa fue Mark Edmondson en 1976. Desde entonces, una sucesión de australianos se ha quedado a las puertas: John Marks (1978, derrotado por
Guillermo Vilas), Kim Warwick (1980, perdió ante Brian Teacher), Pat Cash (1987 y 1988, cayendo ante Stefan Edberg y Mats Wilander, respectivamente) y
Lleyton Hewitt (2005, derrotado por Marat Safin).
La búsqueda de márgenes y motivación
En la cima del ATP Tour, la diferencia entre caer en cuartos y levantar un trofeo suele reducirse a detalles mínimos. De Minaur, que se apoya en la velocidad y la disciplina táctica más que en la potencia bruta, se centra en exprimir cada gota de ventaja de su preparación. Reconoce que, a medida que un jugador escala en el ranking, la ventana de error se estrecha drásticamente ante la élite, lo que convierte la persecución de esos márgenes en algo implacable y agotador.
“Buscas las ventajas más pequeñas contra tus rivales. Así que, en última instancia, cuando llegas al nivel más alto, los márgenes son cada vez más reducidos... pero es incluso más duro de lo que puedas imaginar.”
Algunos críticos han cuestionado ocasionalmente si su estilo de contragolpe tiene un techo, pero De Minaur utiliza ese escepticismo como una motivación clara. Para él, la ecuación es simple y se basa en una ética de trabajo incansable. Sigue decidido a “demostrar que más gente se equivoca” mientras apunta a un gran salto en los majors, aceptando que, aunque el trabajo duro no garantiza resultados, es la única variable que puede controlar para inclinar las probabilidades a su favor.
“La mentalidad que tengo es que la mejora desde luego no va a llegar sin trabajo duro. Sí, puedes darlo todo y que los resultados no aparezcan. Pero hay mucha más probabilidad de que lleguen si trabajas duro que si no lo haces.”
Más allá de los aspectos mecánicos de su juego, las ambiciones de De Minaur para la nueva temporada son claras: quiere romper sus límites previos. Tras asentarse firmemente en el Top 10, el siguiente paso pasa por pelear por títulos de Grand Slam. Admite una profunda hambre de éxito y afirma que quiere “romper nuevas barreras” y que su deseo de ganar “con muchas ganas” impulsa su rutina diaria. Es cada vez más consciente de su potencial para alterar el orden establecido.
“A veces soy demasiado duro conmigo mismo. No me doy suficiente crédito. Es simplemente darme cuenta de que soy lo bastante bueno. Soy capaz de hacer cosas bastante especiales en este deporte y, en última instancia, depende de mí presentarme.”