El regreso de
Jannik Sinner al circuito profesional se producirá en las próximas semanas, con su participación confirmada en el Abierto de Roma. El italiano volverá al máximo nivel como cabeza de serie número 1, lo que, lejos de ser motivo de celebración absoluta, pone en evidencia el momento incierto que atraviesa el tenis masculino. La falta de figuras consistentes capaces de desafiar el liderazgo actual refleja un panorama algo estancado y falto de nuevos referentes.
Sinner, siempre considerado un jugador prometedor, se convirtió en protagonista antes de lo previsto. Aunque su talento era innegable, su consolidación en la cima fue favorecida por circunstancias externas, incluyendo problemas físicos y bajos rendimientos de varios de sus rivales. Una temporada brillante tras un episodio de enfermedad en Pekín terminó por darle, simbólicamente, “las llaves del castillo”.
Por su parte, Carlos Alcaraz, pese a haber triunfado en varios torneos importantes, no ha mostrado aún el dominio que se esperaba. Aunque se le ha agrupado junto a Sinner como parte del relevo generacional, sus altibajos le han impedido asumir un liderazgo sólido.
Alexander Zverev, en tanto, ha tenido un admirable regreso tras su devastadora lesión en Roland Garros 2022, cuando dominaba a Nadal antes de retirarse. A pesar de mostrar su mejor versión en el último año, sigue sin consolidarse como campeón de Grand Slam.
Ambos jugadores han desaprovechado oportunidades claras. Zverev, por ejemplo, apostó por el “Golden Swing” sudamericano con la idea de sumar puntos ante rivales de menor jerarquía, pero acabó siendo derrotado por habituales como Sebastián Báez y Francisco Cerúndolo. Algo similar ocurrió con Alcaraz en su momento, cuando dejó escapar la cima del ranking tras una gira asiática sin victorias relevantes.
La falta de consistencia entre los principales jugadores del circuito ha provocado que los torneos importantes sigan siendo dominados por nombres repetidos. Mientras tanto, Sinner ha aprovechado su tiempo fuera de las pistas —incluso asistiendo a desfiles de Dior—, pero sigue siendo, sorprendentemente, el máximo favorito al título en la temporada de arcilla, una superficie que históricamente no le ha favorecido.
Alexander Zverev (en la foto) flaqueó después de que el número 1 del mundo se hiciera de rogar.
Durante su ausencia, el italiano habría continuado trabajando con sus entrenadores Darren Cahill y Simone Vagnozzi, aunque las regulaciones actuales de los circuitos ATP y WTA han afectado el acceso de algunos entrenadores a determinadas instalaciones, como ha sido el caso de Stefano Vukov, coach de Elena Rybakina.
Incluso Novak Djokovic, pese a su experiencia, ha sufrido derrotas tempranas y cuestionamientos sobre su forma actual. En Miami, llegó a la final a pesar de un orzuelo en el ojo, pero su rendimiento reciente ha hecho que muchos se pregunten si volverá a mostrar su mejor nivel. El serbio ya no persigue el número uno del mundo, pero mantiene como objetivo alcanzar su título número 100.
No todo es negativo: algunos jóvenes talentos empiezan a marcar diferencias. Jack Draper y Jakub Mensik han conquistado títulos recientemente, y otros como Arthur Fils o João Fonseca han mostrado potencial para irrumpir en el top 10. Esta nueva camada ofrece un soplo de aire fresco frente a figuras consolidadas pero estancadas como Tsitsipas, Rublev o el propio Zverev, quienes han ganado torneos Masters 1000, pero no han logrado cruzar la frontera hacia la grandeza.
Curiosamente, el tenis femenino parece atravesar un momento más saludable en términos de competitividad. Aryna Sabalenka, Iga Swiatek, Coco Gauff, Jessica Pegula, Mirra Andreeva y Amanda Anisimova conforman un circuito donde los títulos se disputan ferozmente y no hay una ganadora garantizada. Este equilibrio ha derivado en finales más impredecibles y atractivas.
La temporada de tierra batida llega cargada de incógnitas. Sinner volverá a competir tras su parón, en un momento donde nadie parece estar listo para disputarle el trono. Para el italiano, esto representa tanto una oportunidad como una advertencia: el circuito necesita rivales a su altura.
Mientras tanto, el tenis masculino sigue esperando una generación que no sólo prometa, sino que finalmente cumpla.